EQUIDAD SALARIAL COMO MECANISMO DE INCLUSIÓN
Una economía de mercado compatible con la generación de impactos sociales positivos en el bienestar de la población, es condición imprescindible para la supervivencia de la sociedad.
En 2016, la OCDE señaló que México es el único país que mantuvo la tesis de que los salarios son inflacionarios; por su parte, el BID, en su reporte 2017 sobre "índice de Mejores Trabajos", destacó que un crecimiento promedio anual de 4% en la generación de trabajo formal no es suficiente, sobre todo si se consideran factores como tasa de participación laboral y ocupación, así como tasas de formalidad y de trabajos con salario suficiente para superar la pobreza.
El reporte del BID indica que México "obtiene niveles por debajo del promedio regional, frente a países que han logrado colocarse en los primeros lugares como Uruguay, Chile y Panamá".
En el contexto internacional, el desarrollo de la práctica empresarial es objeto de discusión respecto de sus criterios operativos para satisfacer las necesidades de bienes o servicios en el mercado. Han priorizado su función como entidades reproductoras del capital, a través de la maximización de sus utilidades, lo cual la aleja de la visión social de ser un motor del crecimiento económico, mediante la generación de empleos remunerados acorde con las necesidades básicas del ser humano en sociedad (alimentación, salud, vivienda, educación).
El informe mundial sobre salarios 2016/2017, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) indica que mientras en Estados Unidos los trabajadores reciben 20.8 dólares por hora, en México apenas se perciben 2.2; es decir, en promedio, un trabajador estadounidense gana 9.5 veces más que un mexicano. Incluso, al considerar la evolución de los salarios medios reales en las economías emergentes del G-20, se observa que, desde 2006, el salario medio se duplicó con creces en China, y aumentó un 60% en la India, y entre el 20 y el 40% en la mayor parte de los demás países de este grupo. Solo en México el salario real descendió.
Una de las razones que define a la actividad empresarial es el incidir positivamente en la sociedad a través de ofertar productos y servicios que satisfagan las necesidades de ese grupo social. Ello conlleva el garantizar un nivel positivo de rentabilidad financiera para los accionistas y también incrementar los niveles de ingreso de los segmentos poblacionales que se vean impactados por la generación de empleos que les permitan vincularse con una actividad productiva rentable. Desde una perspectiva de desarrollo, las empresas promueven la reactivación productiva de la población el crecimiento económico y la reducción de la pobreza.
El Índice de Desarrollo Inclusivo es una evaluación anual del desempeño económico realizada por el Foro Económico Mundial a 103 países, que mide 11 dimensiones del progreso económico, más allá del PIB. Son tres pilares: equidad intergeneracional y sostenibilidad, crecimiento, inclusión.
El IDI ubica a Noruega como la economía más avanzada en 2018; ocupa el segundo lugar en equidad intergeneracional y sostenibilidad, y el tercero en cada uno de los otros dos, crecimiento y desarrollo e inclusión. De las economías del G7, Alemania ocupa el primer puesto, seguida por Canadá, Francia, Reino Unido, Estados Unidos, Japón e Italia.
Entre las economías BRICS: la Federación de Rusia está por delante de China, Brasil, India y Sudáfrica. Si bien China ocupó el primer lugar entre las economías emergentes en crecimiento del PIB per cápita (6.8%) y crecimiento de la productividad laboral (6.7%) desde 2012, su puntaje general se ve reducido por un desempeño mediocre en la inclusión. Turquía, México, Indonesia y Filipinas se encuentran entre las economías que muestran potencial en equidad intergeneracional y sostenibilidad, pero carecen de progreso en los indicadores de inclusión, como la desigualdad de ingresos y riqueza. Lo cual sugiere que estas economías pueden estar acumulando problemas para el futuro.
La teoría económica muestra que existe una relación positiva y creciente entre la incorporación de tecnología e innovación en los procesos productivos y el nivel salarial; por ejemplo, Robert Merton demostró que el factor clave para lograr el crecimiento económico es el progreso técnico, que determina el nivel de los salarios reales. Su modelo de crecimiento neoclásico mostró que cuatro quintas partes del crecimiento estadounidense eran atribuibles al progreso técnico.
Autores como Jan Fagerberg y Fagerberg concluyen que existe una relación positiva entre productividad y desarrollo tecnológico nacional. De manera independiente demuestran que la correlación entre productividad e innovación se encuentra definida por la creación de conocimiento y su aplicación a través de invenciones que proporcionan ventajas competitivas al sistema económico.
Se trata de un camino que se debe recorrer por una razón elemental de equidad, pero también por una razón de justicia social en donde se fomente un desarrollo económico sustentable y un progreso social de largo plazo. Por ello, fortalecer la visión de una economía de mercado compatible con la generación de impactos sociales positivos en el bienestar de la población es condición imprescindible para la supervivencia de nuestra sociedad.
Una economía de mercado compatible con la generación de impactos sociales positivos en el bienestar de la población, es condición imprescindible para la supervivencia de la sociedad.
En 2016, la OCDE señaló que México es el único país que mantuvo la tesis de que los salarios son inflacionarios; por su parte, el BID, en su reporte 2017 sobre "índice de Mejores Trabajos", destacó que un crecimiento promedio anual de 4% en la generación de trabajo formal no es suficiente, sobre todo si se consideran factores como tasa de participación laboral y ocupación, así como tasas de formalidad y de trabajos con salario suficiente para superar la pobreza.
El reporte del BID indica que México "obtiene niveles por debajo del promedio regional, frente a países que han logrado colocarse en los primeros lugares como Uruguay, Chile y Panamá".
En el contexto internacional, el desarrollo de la práctica empresarial es objeto de discusión respecto de sus criterios operativos para satisfacer las necesidades de bienes o servicios en el mercado. Han priorizado su función como entidades reproductoras del capital, a través de la maximización de sus utilidades, lo cual la aleja de la visión social de ser un motor del crecimiento económico, mediante la generación de empleos remunerados acorde con las necesidades básicas del ser humano en sociedad (alimentación, salud, vivienda, educación).
El informe mundial sobre salarios 2016/2017, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) indica que mientras en Estados Unidos los trabajadores reciben 20.8 dólares por hora, en México apenas se perciben 2.2; es decir, en promedio, un trabajador estadounidense gana 9.5 veces más que un mexicano. Incluso, al considerar la evolución de los salarios medios reales en las economías emergentes del G-20, se observa que, desde 2006, el salario medio se duplicó con creces en China, y aumentó un 60% en la India, y entre el 20 y el 40% en la mayor parte de los demás países de este grupo. Solo en México el salario real descendió.
Una de las razones que define a la actividad empresarial es el incidir positivamente en la sociedad a través de ofertar productos y servicios que satisfagan las necesidades de ese grupo social. Ello conlleva el garantizar un nivel positivo de rentabilidad financiera para los accionistas y también incrementar los niveles de ingreso de los segmentos poblacionales que se vean impactados por la generación de empleos que les permitan vincularse con una actividad productiva rentable. Desde una perspectiva de desarrollo, las empresas promueven la reactivación productiva de la población el crecimiento económico y la reducción de la pobreza.
El Índice de Desarrollo Inclusivo es una evaluación anual del desempeño económico realizada por el Foro Económico Mundial a 103 países, que mide 11 dimensiones del progreso económico, más allá del PIB. Son tres pilares: equidad intergeneracional y sostenibilidad, crecimiento, inclusión.
El IDI ubica a Noruega como la economía más avanzada en 2018; ocupa el segundo lugar en equidad intergeneracional y sostenibilidad, y el tercero en cada uno de los otros dos, crecimiento y desarrollo e inclusión. De las economías del G7, Alemania ocupa el primer puesto, seguida por Canadá, Francia, Reino Unido, Estados Unidos, Japón e Italia.
Entre las economías BRICS: la Federación de Rusia está por delante de China, Brasil, India y Sudáfrica. Si bien China ocupó el primer lugar entre las economías emergentes en crecimiento del PIB per cápita (6.8%) y crecimiento de la productividad laboral (6.7%) desde 2012, su puntaje general se ve reducido por un desempeño mediocre en la inclusión. Turquía, México, Indonesia y Filipinas se encuentran entre las economías que muestran potencial en equidad intergeneracional y sostenibilidad, pero carecen de progreso en los indicadores de inclusión, como la desigualdad de ingresos y riqueza. Lo cual sugiere que estas economías pueden estar acumulando problemas para el futuro.
La teoría económica muestra que existe una relación positiva y creciente entre la incorporación de tecnología e innovación en los procesos productivos y el nivel salarial; por ejemplo, Robert Merton demostró que el factor clave para lograr el crecimiento económico es el progreso técnico, que determina el nivel de los salarios reales. Su modelo de crecimiento neoclásico mostró que cuatro quintas partes del crecimiento estadounidense eran atribuibles al progreso técnico.
Autores como Jan Fagerberg y Fagerberg concluyen que existe una relación positiva entre productividad y desarrollo tecnológico nacional. De manera independiente demuestran que la correlación entre productividad e innovación se encuentra definida por la creación de conocimiento y su aplicación a través de invenciones que proporcionan ventajas competitivas al sistema económico.
Se trata de un camino que se debe recorrer por una razón elemental de equidad, pero también por una razón de justicia social en donde se fomente un desarrollo económico sustentable y un progreso social de largo plazo. Por ello, fortalecer la visión de una economía de mercado compatible con la generación de impactos sociales positivos en el bienestar de la población es condición imprescindible para la supervivencia de nuestra sociedad.
Esther Alvarado Sanchez
Grupo: 551
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